Nombre: Desván nº 18 negro 546 k.
Ganadería: Toros de Cortés
Lidiado: 4 de Octubre de 2002 Vista Alegre
El Juli: 2 orejas y rabo
Curro Vázquez se despedía. La memoria desgranaba faenas camino de la plaza, como aquella del 94 bajo la misma lluvia el mismo amor, y sin querer perfilaba un titular a la altura, una crónica que resumiera la torería de toda una vida, que dijera adiós y cosas bonitas, que de eso se trata en la hora de partir. Pero, mire usted por dónde, El Juli escribió sobre la arena carabanchelera las líneas más bellas que se pudieran dedicar al rubio torero de Linares, y de paso rompió moldes y precríticas. ¿Quién no pensó, aunque fuera por segundos, que allí presenciaríamos la confrontación de dos conceptos, del clasicismo vazquista frente a la modernidad julista? ¿Quién se resistiría a no caer en la tentación de hablar del toreo perdido, el romanticismo o la hondura, frente a las líneas prefabricadas, técnicas o mecánicas? Hubiera sido lo más fácil, aunque si alguien a estas horas ya ha caído en la cerrazón, si alguien por apasionado o visceral le niega a El Juli el pan y la sal, que Dios le acoja en la gloria o el infierno de los malos aficionados. Porque Julián López se creció, se contagió de los detalles, pinceladas, verónicas y medias verónicas de Curro, o se mentalizó de que hoy ayer había que aportar sentimiento además de sumar orejas.
Y para ello encrontó con un toro bastorro que nació con el temple en la venas. Pertenecía a Victoriano del Río, versión Toros de Cortés, aunque no lo pareciese por sus hechuras. Juli lo cuajó con el capote de salida, hasta más allá del platillo, en un mar de lances plenos, despaciosos, sentidos, como si de repente, Curro Vázquez se hubiese metido en el pequeño cuerpo. Y quitó con la batuta de la maestría y la caballerosidad de los grandes; tras invitar a participar a Saleri, el sobresaliente, hizo lo propio con el veterano maestro, que desmayó media verónica cumbre, dormida, un crujido de palmas y oles. Montera en mano saludaron los tres. Banderilleó El Juli, que me importa poco. Brindó a Curro y se puso a torear, con la muleta a rastras, en los mismos medios, en el son de la faena de Zaragoza del 2000, que también le valió un rabo, pero más despacio aún; la tercera tanda zurda paró el tiempo, ligada e interminable, una sola pieza. Sobre la mano derecha trazó los viajes con los riñones hundidos hasta los talones; y siguió como en una noria de derechazos. A pies juntos regresó al pitón izquierdo, se inventó un afarolado que fundió con un ayudado por bajo, y después vino el lío de los que querían el indulto, y las dudas que desfiguraron levemente el final de la obra, que si lo mato, que si no. La estocada acabó con la brava vida de Desván y encumbró a El Juli con el rabo.
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